IV Domingo de Pascua, ciclo A
DOMINGO DEL BUEN PASTOR
JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES
También hoy podemos volver a proponer, sobre todo a los jóvenes, el seguimiento de Cristo.
Nuestros jóvenes tienen el deseo de descubrir el atractivo, siempre actual, de la figura de Jesús,
de dejarse interrogar y provocar por sus palabras y por sus gestos
y, finalmente, de soñar, gracias a él, con una vida plenamente humana,
dichosa de gastarse amando.
FRANCISCO
Oración Colecta: Dios todopoderoso y eterno, condúcenos hacia los gozos celestiales, para que tu rebaño, a pesar de su debilidad, llegue a la gloria que le alcanzó la fortaleza de Jesucristo, su pastor. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
De los Hechos de los Apóstoles 2, 14a. 36-41
El día de Pentecostés, Pedro poniéndose de pie con los Once, levantó la voz y dijo: “Todo el pueblo de Israel debe reconocer que a ese Jesús que ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías”. Al oír estas cosas, todos se conmovieron profundamente, y dijeron a Pedro y a los otros Apóstoles: “Hermanos, ¿qué debemos hacer?” Pedro les respondió: “Que cada uno se convierta y se haga bautizar en el nombre de Jesucristo para que les sean perdonados los pecados, y así recibirán el don del Espíritu Santo. Porque la promesa ha sido hecha a ustedes y a sus hijos, y a todos aquellos que están lejos: a cuantos el Señor, nuestro Dios, quiera llamar”. Y con muchos otros argumentos les daba testimonio y los exhortaba a que se pusieran a salvo de esta generación perversa. Los que recibieron su palabra se hicieron bautizar; y ese día se unieron a ellos alrededor de tres mil.
Salmo responsorial: 22,1-6
R/ El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. R/
Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. R/
Preparas una mesa ante mí enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. R/
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término. R/
De la 1ª carta del Apóstol san Pedro 2, 20b-25
Queridos hermanos: Si a pesar de hacer el bien, ustedes soportan el sufrimiento, esto sí es una gracia delante de Dios. A esto han sido llamados, porque también Cristo padeció por ustedes, y les dejó un ejemplo a fin de que sigan sus huellas. Él no cometió pecado y nadie pudo encontrar una mentira en su boca. Cuando era insultado, no devolvía el insulto, y mientras padecía no profería amenazas; al contrario, confiaba su causa al que juzga rectamente. Él llevó sobre la cruz nuestros pecados, cargándolos en su cuerpo, a fin de que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Gracias a sus llagas, ustedes fueron sanados. Porque antes andaban como ovejas perdidas, pero ahora han vuelto al Pastor y Guardián de ustedes.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 10, 1-10
Jesús dijo a los fariseos: “Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino trepando por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. Él llama a las suyas por su nombre y las hace salir. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz”. Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Entonces Jesús prosiguió: “Les aseguro que Yo soy la puerta de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero Yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia”.
Nunca podrá haber pastoral vocacional, ni misión cristiana, sin la oración asidua y contemplativa. En este sentido, es necesario alimentar la vida cristiana con la escucha de la Palabra de Dios y, sobre todo, cuidar la relación personal con el Señor en la adoración eucarística, “lugar” privilegiado del encuentro con Dios.
Animo con fuerza a vivir esta profunda amistad con el Señor, sobre todo para implorar de Dios nuevas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. El Pueblo de Dios necesita ser guiado por pastores que gasten su vida al servicio del Evangelio. Por eso, pido a las comunidades parroquiales, a las asociaciones y a los numerosos grupos de oración presentes en la Iglesia que, frente a la tentación del desánimo, sigan pidiendo al Señor que mande obreros a su mies y nos dé sacerdotes enamorados del Evangelio, que sepan hacerse prójimos de los hermanos y ser, así, signo vivo del amor misericordioso de Dios.
FRANCISCO (Mensaje para la Jornada de oración por las vocaciones 2017)
Queridos jóvenes: “estén siempre dispuestos para dar razón de la esperanza que hay en ustedes a todo aquel que se lo pidiere”. Siempre dispuestos –particularmente ahora en los tiempos difíciles y decisivos– a dar razón de la esperanza que hay en ustedes (las riquezas de su juventud, la fuerza renovadora de la Iglesia, la potencia transformadora de Jesús resucitado), a todo aquel que se lo pidiere (el compañero de estudio o de trabajo, el que vive en casa o en el barrio, el que sufre el hambre y la miseria, el que siente el dolor en el cuerpo o la tristeza en el alma, el joven desorientado o el anciano abandonado, el que cree en Dios o el que siente que su fe se debilita, el político que se compromete y lucha o el religioso que contempla y reza, el hombre que construye la ciudad temporal o el Obispo que la anima con la luz de su palabra y la fuerza de su Espíritu). Jóvenes amigos, todos tenemos necesidad de la esperanza que hay en ustedes.
¡Siempre dispuestos a dar razón de la esperanza que hay en ustedes! Ustedes son la esperanza de la humanidad, de la Iglesia, del Papa. En ustedes está el futuro. El futuro depende de ustedes, de las opciones que hagan, de los compromisos que asuman. ¡Sean fieles! ¡Sean fuertes! ¡Sean pobres! ¡Sean profundamente alegres!
No se trata simplemente de un mensaje, de un proyecto, de una propuesta, sino de un compromiso. Esta es la hora de las grandes decisiones. Hay que dejarse penetrar profundamente por el Espíritu de Dios que nos hace cotidianamente nuevos, nos introduce en la verdad completa, nos reviste de fortaleza y nos transforma en el amor.
Amen a Jesucristo y su Evangelio. Amen la Iglesia y vivan la profundidad de su Misterio de comunión. Amen el país y comprometan las riquezas de su juventud para construir juntos una Patria de hermanos. Para ello sean testigos del amor de Dios, operadores de paz, profetas de esperanza.
Testigos del amor de Dios: que anuncien al mundo que sólo el amor construye, que Dios es amor y conduce los destinos de la historia, que cada hombre es nuestro hermano. Testigos del amor: por eso, busquen, lean, reflexionen, dialoguen, recen.
Hay que ser fuertes, mis queridos jóvenes. Con la fortaleza que les viene de su propia juventud: de sus riquezas y proyectos, de sus opciones y compromisos, de su capacidad de riesgo y su coraje. Con la fortaleza que les da la Iglesia, comunidad viviente y fraterna de testigos de la Resurrección del Señor, miembros hermanos del único Pueblo de Dios. Con la fortaleza irremplazable del Espíritu que habita adentro y grita en nuestro interior que Dios es nuestro Padre. Con la fortaleza que nos da Jesús el Resucitado, “nuestra feliz esperanza”. Sean fuertes. Lo que se opone a la esperanza es el miedo, el pesimismo, el cansancio, el desaliento, la tristeza. También se opone la impaciencia, la nerviosidad y la violencia. Jesús nos invita a la serenidad y al coraje: “Les he dicho estas cosas para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán mucho que sufrir. Pero tengan coraje: yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).
Sean profundos y amen la oración. Tal vez uno de los riesgos más preocupantes de la juventud actual –en todo el mundo, también en América Latina– sea la superficialidad, la improvisación, el inmediatismo. Falta más reflexión y más oración; meditar más la Palabra de Dios, desde el corazón de la Iglesia; por eso, falta de compromiso y de coraje, falta de verdadera esperanza. Hace falta una juventud alegre y serena, reflexiva y orante, que ame el desierto y el silencio, que lea y escuche, que medite y rece, que esté en contacto con la naturaleza y contemple. Una juventud profunda, capaz de comprometerse radicalmente con el Señor (incluso capaz de venderlo todo, sentirse libre y seguir al Señor), y al mismo tiempo, sensible al dolor del hombre –a su pobreza, a su enfermedad, a su miseria– y con capacidad de acogida, de solidaridad y de servicio. Si la juventud argentina –particularmente la cristiana– quiere construir verdaderamente la civilización del amor, hacer con todos una Patria de hermanos, tiene que ser una juventud que escuche la Palabra de Dios, la acoja con docilidad, la guste contemplativamente, la realice con disponibilidad y la comunique con alegría.
CARDENAL EDUARDO F. PIRONIO