El canon Romano o Plegaria Eucarística I, después del canto del Santo, retoma el tema de la petición de aceptación de las ofrendas con estas palabras: “A ti pues Padre misericordioso, te pedimos humildemente, por Jesucristo tu Hijo, Señor nuestro, que aceptes y bendigas estos dones, este sacrificio puro y santo que te ofrecemos…” Es lógico que de la acción de gracias y alabanza del Prefacio y del Santo se pase a esta petición de recibimiento de nuestros dones y del mismo sacrificio eucarístico en su globalidad, pues el gesto que expresa esa acción de gracias es la oblación. El sacrificio, la oblación, expresan que Dios es Padre de bondad, autor de todas las cosas, que nos ha bendecido con sus maravillas (es lo que expresamos en el Prefacio y el Santo) y que por lo tanto nuestros dones a Él pertenecen, a Él ascienden y a Él se los presentamos ya que de Él mismo los hemos recibido.

‘La cena del Señor’ de Julio César Delpiazzo