Segundo Domingo de Adviento

 

Una voz grita en el desierto:

PREPAREN EL CAMINO DEL SEÑOR, ALLANEN SUS SENDEROS,

así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados.

¿Qué camino prepararemos al Señor? ¿Un camino material? Pero ¿puede la Palabra de Dios recorrer un camino semejante? ¿No será más bien necesario preparar al Señor un camino interior y disponer en nuestro corazón senderos rectos y nivelados? Este es el camino por el cual ha entrado la Palabra de Dios, que pone su morada en el corazón humano capaz de recibirla.

Orígenes

 

Oración Colecta: Dios todopoderoso y rico en misericordia, que nuestras ocupaciones cotidianas no nos impidan acudir presurosos al encuentro de tu Hijo, para que, guiados por tu sabiduría divina, podamos gozar siempre de su compañía. Que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Del libro de Isaías 40,1-5.9-11

Consuelen, consuelen a mi Pueblo, dice su Dios! Hablen al corazón de Jerusalén y anúncienle que su tiempo de servicio se ha cumplido, que su culpa está pagada, que ha recibido de la mano del Señor doble castigo por todos sus pecados. Una voz proclama: ¡Preparen en el desierto el camino del Señor, tracen en la estepa un sendero para nuestro Dios! ¡Que se rellenen todos los valles y se aplanen todas las montañas y colinas; que las quebradas se conviertan en llanuras y los terrenos escarpados, en planicies! Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán juntamente, porque ha hablado la boca del Señor. Súbete a una montaña elevada, tú que llevas la buena noticia a Sión; levanta con fuerza tu voz, tú que llevas la buena noticia a Jerusalén. Levántala sin temor, di a las ciudades de Judá: “¡Aquí está tu Dios!” Ya llega el Señor con poder y su brazo le asegura el dominio: el premio de su victoria lo acompaña y su recompensa lo precede. Como un pastor, él apacienta su rebaño, lo reúne con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderos y guía con cuidado a las que han dado a luz.

Salmo responsorial: 84,9-14

R/ Muéstranos, Señor, tu misericordia, danos tu salvación.

Voy a escuchar lo que dice el Señor: Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos. La salvación está ya cerca de sus fieles y la gloria habitará en nuestra tierra. R/

La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra y la justicia mira desde el cielo. R/

El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos. R/

De la 2a carta de san Pedro 3,8-14

Queridos hermanos, no deben ignorar que, delante del Señor, un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no tarda en cumplir lo que ha prometido, como algunos se imaginan, sino que tiene paciencia con ustedes porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan. Sin embargo, el Día del Señor llegará como un ladrón, y ese día, los cielos desaparecerán estrepitosamente; los elementos serán desintegrados por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, será consumida. Ya que todas las cosas se desintegrarán de esa manera, ¡qué santa y piadosa debe ser la conducta de ustedes, esperando y acelerando la venida del Día del Señor! Entonces se consumirán los cielos y los elementos quedarán fundidos por el fuego. Pero nosotros, de acuerdo con la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia. Por eso, queridos hermanos, mientras esperan esto, procuren vivir de tal manera que Él los encuentre en paz, sin mancha ni reproche.

Evangelio según san 1,1-8

Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios. Como está escrito en el libro del profeta Isaías: “Mira, Yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino. Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos”, así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados. Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: “Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero Él los bautizará con el Espíritu Santo”.

 

UNA VOZ CLAMA EN EL DESIERTO:

PREPARAD UN CAMINO AL SEÑOR.

¡Grande es el corazón del hombre, espacioso, dilatado, si permanece puro! ¿Quieres conocer su grandeza y extensión? ¡Mira qué abundancia de conocimientos divinos puede llegar a comprender! Observa que esta grandeza no es de dimensión corpórea sino que proviene de la fuerza de su pensamiento, capaz de abarcar el conocimiento de tantas verdades.

Consideremos algunos ejemplos de la vida cotidiana. Nosotros conservamos en nuestro espíritu el recuerdo de todas las ciudades que hemos transitado: sus características, la ubicación de las plazas, las murallas y los edificios quedan grabados en nuestro corazón. El camino que hemos recorrido lo retenemos figurado y diseñado en nuestra memoria; el mar por el cual hemos navegado lo abarcamos con nuestro pensamiento silencioso. En efecto, como he dicho: ¡no es pequeño el corazón que puede contener en sí tales cosas! Por tanto, si no es pequeño, bien puede prepararse allí el camino del Señor y allanarse los senderos, para que pueda caminar la Palabra y la Sabiduría de Dios. Prepara pues el camino del Señor con una conversión digna, y allana el sendero con obras irreprochables, para que el Verbo de Dios pueda caminar en ti sin encontrar obstáculos y te conceda el conocimiento de sus misterios y de su advenimiento.

ORÍGENES

Homilía del Papa Benedicto

 

Este domingo marca la segunda etapa del Tiempo de Adviento. Este período del año litúrgico pone de relieve las dos figuras que desempeñaron un papel destacado en la preparación de la venida histórica del Señor Jesús: la Virgen María y san Juan Bautista. Precisamente en este último se concentra el texto de hoy del Evangelio de san Marcos. Describe la personalidad y la misión del Precursor de Cristo (cf. Mc 1,2-8). Comenzando por el aspecto exterior, se presenta a Juan como una figura muy ascética: vestido de piel de camello, se alimenta de saltamontes y miel silvestre, que encuentra en el desierto de Judea (cf. Mc 1,6). Jesús mismo, una vez, lo contrapone a aquellos que “habitan en los palacios del rey” y que “visten con lujo” (Mt 11,8). El estilo de Juan Bautista debería impulsar a todos los cristianos a optar por la sobriedad como estilo de vida, especialmente en preparación para la fiesta de Navidad, en la que el Señor -como diría san Pablo- “siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza” (2Co 8,9).

Por lo que se refiere a la misión de Juan, fue un llamamiento extraordinario a la conversión: su bautismo “está vinculado a un llamamiento ardiente a una nueva forma de pensar y actuar, está vinculado sobre todo al anuncio del juicio de Dios” (Jesús de Nazaret I, Madrid 2007, p. 36) y de la inminente venida del Mesías, definido como “el que es más fuerte que yo” y “bautizará con Espíritu Santo” (Mc 1,7.8). La llamada de Juan va, por tanto, más allá y más en profundidad respecto a la sobriedad del estilo de vida: invita a un cambio interior, a partir del reconocimiento y de la confesión del propio pecado. Mientras nos preparamos a la Navidad, es importante que entremos en nosotros mismos y hagamos un examen sincero de nuestra vida. Dejémonos iluminar por un rayo de la luz que proviene de Belén, la luz de Aquel que es “el más Grande” y se hizo pequeño, “el más Fuerte” y se hizo débil.

Los cuatro evangelistas describen la predicación de Juan Bautista refiriéndose a un pasaje del profeta Isaías: “Una voz grita: ‘En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios’” (Is 40,3). San Marcos inserta también una cita de otro profeta, Malaquías, que dice: “Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino” (Mc 1,2; cf. Mal 3,1). Estas referencias a las Escrituras del Antiguo Testamento “hablan de la intervención salvadora de Dios, que sale de lo inescrutable para juzgar y salvar; a él hay que abrirle la puerta, prepararle el camino” (Jesús de Nazaret I, p. 37).

A la materna intercesión de María, Virgen de la espera, confiamos nuestro camino al encuentro del Señor que viene, mientras proseguimos nuestro itinerario de Adviento para preparar en nuestro corazón y en nuestra vida la venida del Emmanuel, el Dios-con-nosotros.

 

4 de diciembre de 2011

 

Ver las lecturas de la Misa para la segunda semana de Adviento

 

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