Natividad del Señor -ciclo C-

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Misa de la noche

 

navidad-giotto“Hay una sola palabra que merece ser oída con humildad, ser recibida con pureza y ser transmitida en el silencio: es la palabra que el Padre dice desde la eternidad,
que expresa toda la riqueza de su vida y toda la perfección de su luz. Esa palabra fue recibida una vez por la humildad de María y fue comunicada en la profundidad del silencio de una noche –la primera noche buena de la tierra-. Y la palabra de Dios encarnada se llamó Jesús.”

Cardenal Pironio

 

Oración Colecta: Dios nuestro, que has iluminado esta santísima noche con la claridad de Cristo, luz verdadera, concédenos que, después de haber conocido en la tierra los misterios de esa luz, podamos también gozar de ella en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

 

Del Profeta Isaías 9, 1-6

El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz. Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia, como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el reparto del botín. Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián. Porque las botas usadas en la refriega y las túnicas manchadas de sangre, serán presa de las llamas, pasto del fuego. Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: “Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz”. Su soberanía será grande, y habrá una paz sin fin para el trono de David y para su reino; él lo establecerá y lo sostendrá por el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto.

Salmo responsorial: Sal 95, 1-3.11-13

R/ Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.

Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre. R/

Proclamad día tras día su victoria. Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones. R/

Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque. R/

Delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad. R/

De la carta a Tito 2, 11-14

La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado. Ella nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad, mientras aguardamos la feliz esperanza y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús. Él se entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien.

 Evangelio según san Lucas 2, 1-14

Apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque donde se alojaban no había lugar para ellos. En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Ángel les dijo: “No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres amados por Él!”

“Un Niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado”. En las palabras del profeta Isaías, proclamadas en la primera lectura, se encierra la verdad sobre la Navidad, que esta noche revivimos juntos. Nace un Niño. Aparentemente, uno de tantos niños del mundo. Nace un Niño en un establo de Belén. Nace, pues, en una condición de gran penuria: pobre entre los pobres. Pero Aquél que nace es “el Hijo” por excelencia. Este Niño es el Hijo de Dios, de la misma naturaleza del Padre. Anunciado por los profetas, se hizo hombre por obra del Espíritu Santo en el seno de una Virgen, María. Cuando, dentro de poco cantemos en el Credo “…que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo; nació de santa María Virgen y se hizo hombre”, todos nos arrodillaremos. Viene a nosotros el Hijo de Dios y nosotros lo recibimos de rodillas. “Y la Palabra se hizo carne”
(Jn 1, 14). En esta noche extraordinaria la Palabra eterna, el “Príncipe de la paz” (Is 9, 5), nace en la mísera y fría gruta de Belén. “No temáis, dice el ángel a los pastores, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor” (Lc 2, 11). También nosotros, como los pastores desconocidos pero afortunados, corramos para encontrar al que cambió el curso de la historia. En la extrema pobreza de la gruta contemplamos a “un Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2, 12). En el recién nacido inerme y frágil, que da vagidos en los brazos de María, “ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres” (Tt 2, 11).

¡Permanezcamos

en silencio y adorémosle!

SAN JUAN PABLO II – 24 diciembre de 2003

angeles-giotto

25 de diciembre – Misa del día

 Oración Colecta: Dios nuestro, que admirablemente creaste la naturaleza humana y, de modo aún más admirable, la restauraste; concédenos participar de la vida divina de tu Hijo, como él compartió nuestra condición humana. Que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

 Del Profeta Isaías 52, 7-10

Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia, del que proclama la paz, del que anuncia la felicidad, del que proclama la salvación y dice a Sión: “¡Tu Dios reina!” ¡Escucha! Tus centinelas levantan la voz, gritan todos juntos de alegría, porque ellos ven con sus propios ojos el regreso del Señor a Sión. ¡Prorrumpan en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén, porque el Señor consuela a su Pueblo, Él redime a Jerusalén! El Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y todos los confines de la tierra verán la salvación de nuestro Dios.

Salmo responsorial: Sal 97, 1-6

R/ Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. 

Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. R/

El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. R/

Los confines de la tierra han contemplado, la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera, gritad, vitoread, tocad. R/

Tocad la cítara para el Señor, suenen los instrumentos: con clarines y al son de trompetas aclamad al Rey y Señor. R/

De la carta a los Hebreos 1, 1-6

Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo. Él es el resplandor de su Gloria y la impronta de su ser. Él sostiene el universo con su Palabra poderosa, y después de realizar la purificación de los pecados, se sentó a la derecha del trono de Dios en lo más alto del cielo. Así llegó a ser tan superior a los ángeles, cuanto incomparablemente mayor que el de ellos es el Nombre que recibió en herencia. ¿Acaso dijo Dios alguna vez a un ángel: “Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy”? ¿Y de qué ángel dijo: “Yo seré un padre para él y él será para mí un hijo”? Y al introducir a su Primogénito en el mundo, Dios dice: “Que todos los ángeles de Dios lo adoren”.

Evangelio según san Juan 1, 1-18

Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de Él, al declarar: “Éste es Aquél del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo”. De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Dios Hijo único, que está en el seno del Padre.

 

La gracia que ha aparecido en el mundo es Jesús,

nacido de María virgen. Dios y hombre verdadero.

Ha venido a nuestra historia,

ha compartido nuestro camino.

Ha venido para librarnos de las tinieblas y darnos la luz.

En Él ha aparecido la gracia, la misericordia,

la ternura del Padre:

Jesús es el amor hecho carne.

No es solamente un maestro de sabiduría,

no es un ideal al que tendemos

y del que nos sabemos por fuerza distantes,

es el sentido de la vida y de la historia

que ha puesto su tienda entre nosotros.

Francisco
 

 

 

 

 

 

 

 

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