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Jueves después de ceniza

Dt 30,15-20 / Sal 1 / Lc 9,22-25

De una homilía del jueves 8 de marzo de 1984

El camino penitencial que hemos comenzado ayer y que nos lleva a la Pascua es un camino de vida, de bien, de bendición. La primera lectura nos coloca ante esta opción: Moisés que habla a su pueblo y le dice: mira, yo pongo hoy delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal. Más adelante dirá “pongo la vida y la muerte, la bendición y la maldición”. Entonces hay el camino que lleva a la vida, el bien, la bendición. Y hay el camino que lleva a la muerte, el mal y la maldición. Este camino que nosotros vamos a ir haciendo ahora es de una perfecta fidelidad a lo que Dios nos mande. Por eso la necesidad más que nunca en este período estupendo, providencial de la Cuaresma, de escuchar las exigencias del Señor y de aceptar lo que Él nos pida. Es un camino de amor a Dios.

Elige la vida, dice el Señor a través de Moisés. Elige la vida amando al Señor tu Dios, obedeciendo a su voz y estando siempre unido a Él porque Él es tu vida y Él es tu longevidad. Si queremos elegir el camino de la vida, del bien, de la bendición tenemos que amar al Señor, nuestro Dios. Y amar al Señor nuestro Dios significa obedecer su voz, por consiguiente escucharlo. Todo este tiempo de Cuaresma, en este tiempo providencial, escuchamos: si hoy escuchas la voz del Señor hazle caso, entonces tendrás vida larga. Buscad el bien, no el mal, entonces viviréis y el Señor estará con vosotros, hemos leído en la aclamación para el Evangelio.

Este camino que hemos iniciado ayer es el camino de la Pasión del Señor. Por eso hoy en el Evangelio hemos escuchado el anuncio de la pasión del Señor. Jesús que le dice a sus discípulos: el hijo del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser crucificado y muerto y resucitar al tercer día. Todo el camino de Cuaresma está iluminado por esta visión de la pasión pascual de Jesús, un Cristo que sufre, que muere y que resucita. Si nosotros queremos hacer bien este camino pascual con Jesús tenemos que vivir íntimamente unidos a Él por la contemplación, por la vida.

Por la contemplación un poco como hacíamos anoche recordando los momentos principales de esta pasión del Señor. Por la vida, sumergiéndonos completamente en la pasión y muerte del Señor para ser participes de la resurrección. Lo dice explícitamente Jesús en el Evangelio de hoy. Si alguno quiere venir en pos de mí que se niegue a sí mismo que tome todos los días su cruz y que me siga. El verdadero discípulo de Jesús es aquel que muere a sí mismo, que toma todos los días su cruz -que es una participación de la cruz del Señor- y sigue al Señor con alegría. No con cruces que inventa, sino con esa adorable cruz que el Señor le da paternalmente como participación de su propia cruz. Si alguno quiere ser mi discípulo, si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue, es decir que viva en actitud de mucho anonadamiento, de mucha humildad, que se abrace a mi cruz y que después me siga.

Finalmente la exhortación de Jesús termina iluminando también nuestro camino de Cuaresma. El que quiera salvar su vida que la pierda, y el que quiera… Porque el que quiera salvar en este mundo su vida la perderá. ¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si después pierde su alma? Es decir que si quieres de veras vivir vida de eternidad, de gozo, de visión, es necesario que aprendas a perderla ahora. Perderla no significa despreciarla, perderla significa vivirla con intensidad, obedeciendo a Dios, amando al Señor. Vivirla ofreciéndola. Esta vida no es nuestra, es del Señor, la entregamos plenamente a Él. Vivirla con deseos de plenitud. Es una vida que se nos da como principio de la vida que nunca termina, de la vida eterna.

Vamos haciendo este camino de vida, de bien y de bendición con el Cristo de la pasión, de la muerte y de la resurrección. Que el Señor aumente nuestro espíritu contemplativo de la pasión, que el Señor aumente nuestra disponibilidad de participación en la pasión pascual de Jesús.

Palabras después de la bendición final

La idea central para este día jueves primero de la Cuaresma es un ser verdadero discípulo del Señor tomando cotidianamente nuestra cruz como participación en la cruz del Señor. Y una contemplación muy serena y muy gozosa de la pasión del Señor. Es necesario que el hijo del hombre suba a Jerusalén, allí sea muerto y resucite al tercer día. O sea la contemplación de la pasión y la necesidad de seguirlo tomando cotidianamente nuestra cruz. Todo está en descubrir cuál es esta cruz que el Señor dispone adorablemente para nosotros, tomarla con amor y seguirlo con fidelidad.

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