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El Señor ha sido bueno con su tierra y nos ha dado La Paz. Salmo 84.

Textos comentados en la 3era Charla

EL SEÑOR HA SIDO BUENO CON SU TIERRA Y NOS HA DADO LA PAZ.

Salmo 84

Señor, has sido bueno con tu tierra,

has restaurado la suerte de Jacob,

has perdonado la culpa de tu pueblo,

has sepultado todos sus pecados,

has reprimido tu cólera,

has frenado el incendio de tu ira.

Restáuranos Dios salvador nuestro,

cesa en tu rencor contra nosotros.

¿Vas a estar siempre enojado,

o a prolongar tu ira de edad en edad?

¿No vas a devolvernos la vida,

para que tu pueblo se alegre contigo?

Muéstranos, Señor tu misericordia

y danos tu salvación.

Voy a escuchar lo que dice el Señor:

“Dios anuncia la Paz

a su pueblo y a sus amigos

y a los que se convierten de corazón”.

La salvación está ya cerca de sus fieles

y la gloria habitará en nuestra tierra;

la misericordia y la fidelidad se encuentran,

la justicia y la paz se besan;

la fidelidad brota de la tierra

y la justicia mira desde el cielo.

El Señor nos dará la lluvia,

y nuestra tierra dará su fruto.

La justicia marchará ante él,

la salvación seguirá sus pasos.

Señor has sido bueno con TU tierra… Y NUESTRA tierra dará su fruto.

Desde el Génesis, la Revelación divina muestra al hombre en relación con la tierra y toda la promesa de Dios estará ordenada a cumplir la vocación que el hombre recibió al principio: “Llenen la tierra y domínenla”. El hombre no está separado de la tierra. La tierra es para el hombre y el hombre para Dios. La vocación que implica para el hombre entrar en intimidad con Dios implica entrar en una tierra nueva: “Deja tu tierra y la casa de tu padre y ve a la tierra que yo te indicaré”, dijo Dios a Abrahán. La vocación de Abrahán y después la de Moisés tiene una relación esencial con la promesa de una tierra, al igual que la infidelidad del pecado tienen una relación esencial con la deportación. El retorno del exilio tiene para Israel la certeza de una nueva alianza. D. Barsotti.

Dios es el dueño de toda la tierra: Salmos 18, 47, 57, 72, 74, etc.

Has restaurado la suerte de Jacob.

“Sé que no me escucharán, porque son un pueblo rebelde, pero en su destierro se convertirán de corazón y reconocerán que Yo Soy el Señor. Entonces Yo les daré un corazón y unos oídos atentos…. Otra traducción: En su exilio ellos ENTRARÁN EN SÍ MISMOS. Baruc 2, 30.

Has perdonado la culpa de tu pueblo, has sepultado todos sus pecados. 

Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado, dicho el hombre a quien el Señor no le apunta el delito. Mientras callé se consumían mis huesos, rugiendo todo el día, porque día y noche tu mano pesaba sobre mí, mi savia se me había vuelto un fruto seco. Había pecado lo reconocí, no te encubrí mi delito. Propuse: Confesaré al Señor mi culpa y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. Por eso que todo fiel te suplique en el momento de la desgracia: la crecida de las aguas caudalosas, no lo alcanzará. Salmo 31

¿No vas a devolvernos la vida, para que tu pueblo se alegre contigo? Muéstranos Señor tu misericordia, y danos tu salvación.

La misericordia del Señor llena la tierra  Salmo 32

Sácianos de tu misericordia y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Salmo 89

No desesperar nunca de la misericordia de Dios. (RB c.4)

Voy a escuchar lo que dice el Señor.

Escucha hijo los preceptos del Señor, inclina el oído de tu corazón. RB Pról.

Escucha Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. Dt.6,4

Dios anuncia la PAZ a su pueblo y a sus amigos y a los que se convierten de corazón.

¿Qué hay más dulce para los hombres que una existencia apacible? Todas las delicias de la existencia que podríamos mencionar, para ser agradables, tienen necesidad de la paz. Si tuviéramos todo lo que es precioso en la vida: riqueza, salud, esposa, hijos, hogar, familiares, sirvientes, amigos; tierra y mar, ambos prodigando sus propias riquezas; jardines, cacerías, baños, palestras, gimnasios; lugares de recreación para todos y lugares de entretenimiento para los jóvenes; y todo lo que se inventa para el placer; agreguemos el placer de los espectáculos y los conciertos de música; y los otros entretenimientos gracias a los cuales las personas refinadas pueden llevar una vida agradable; si tuviéramos, digo, todo esto, sin el bien de la paz, ¿cuál sería la ganancia, mientras la guerra impide gozar de estos bienes? Por lo tanto, esta paz es agradable para quienes la poseen en herencia, y da dulzura a todo lo que es valioso en la vida.

¿Qué es entonces la paz? Esto es lo primero que debemos comprender. ¿Y qué es, sino una suerte de disposición de amor hacia el prójimo? ¿Qué podemos concebir contrario a la paz? Odio, cólera, irritación, envidia, rencor, encubrimiento, la desgracia de la guerra: ¿vemos cuántas son las enfermedades, que encuentran su antídoto en esta palabra? La paz, en efecto, combate igualmente cada uno de los males que hemos enumerado, y hace desaparecer el mal por su sola presencia. Cuando la salud la reemplaza, la enfermedad desaparece, y cuando aparece la luz, ya no hay tinieblas; de la misma manera, cuando se manifiesta la paz, tiene lugar el fin del conjunto de todas las afecciones que son contrarias a ella. (…)

Felices, por tanto, los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. ¿Quiénes son ellos? Aquellos que imitan el amor de Dios por los hombres, aquellos cuya vida manifiesta el carácter propio de la acción divina. El dispensador y señor de estos bienes destruye y reduce a la nada todo lo que es exterior y ajeno al bien. He aquí las acciones que su ley te impone también a ti: rechazar el odio, hacer cesar la guerra, hacer desaparecer la envidia, disipar la lucha, destruir la hipocresía, extinguir en ti el rencor que consume poco a poco tu corazón; para poner en su lugar todas las cualidades que se oponen a ella, suprimiendo sucesivamente los defectos contrarios.

En efecto, como el fin de las tinieblas marca la llegada de la luz, cada una de estas faltas cede lugar al fruto del Espíritu: amor, alegría, paz, bondad, paciencia, todos los numerosos bienes cuya lista ha elaborado el Apóstol. ¿Cómo, entonces, no sería feliz, aquel que distribuye los dones divinos, aquel que imita la generosidad de Dios, aquel que por sus propias acciones buenas se une a la munificencia divina

San Gregorio de Nisa

La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan.

Cristo lo es todos para nosotros. San Ambrosio 

La fidelidad brota de la tierra y la justicia mira desde el cielo.

El Señor nos dará la lluvia y nuestra tierra dará su fruto. 

Dios no bendijo la primera tierra (en la creación), aquella de la que creó a Adán, sino que bendijo la segunda tierra, para hacer germinar de ella al segundo Adán. Ruperto de Deutz

“La verdad ha brotado de la tierra”:  Cristo, el cual dijo:  “Yo soy la verdad” (Jn 14, 6) nació de una Virgen. “La justicia ha mirado desde el cielo”:  quien cree en el que nació no se justifica por sí mismo, sino que es justificado por Dios. “La verdad ha brotado de la tierra”:  porque “el Verbo se hizo carne” (Jn 1, 14). “Y la justicia ha mirado desde el cielo”:  porque “toda dádiva buena y todo don perfecto viene de lo alto” (St 1, 17). “La verdad ha brotado de la tierra”, es decir, ha tomado un cuerpo de María. “Y la justicia ha mirado desde el cielo”:  porque “nadie puede recibir nada si no se le ha dado del cielo” (Jn 3, 27)” (Discorsi, IV/1, Roma 1984, p. 11). San Agustín

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