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1. La palabra de la Cuaresma: No sólo de pan vive el hombre

 

 

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LA BELLEZA DE CONTEMPLAR, AMAR Y SEGUIR A CRISTO

APRENDIENDO A REZAR CON LAS PALABRAS DE LA LITURGIA

LA AVENTURA DE LA CUARESMA

 

PRIMERA CHARLA

La palabra de la Cuaresma: No sólo de pan vive el hombre.

Comenzamos este nuevo ciclo de charlas para contemplar, amar y seguir a Cristo. Ustedes están hoy aquí en el monasterio porque ya habita en sus corazones un deseo grande de contemplar, amar y seguir a Jesucristo. Dios nos creó para ello. Más de una vez hemos recordado que Dios nos creó para él, por eso nuestro corazón estará pleno y feliz sólo en la medida en que esté habitado por su presencia. Nuestro corazón tienen medida de eternidad, de infinito. Por eso las cosas finitas, lo que acaba, no alcanza para colmarnos. Sólo el Infinito – Dios- puede saciar el ansia de infinitud de nuestra alma. Para ello hemos venido hoy aquí. Queremos saciar nuestra sed de eternidad, de infinitud. Y la saciaremos en la medida en que hagamos un alto en el camino, nos detengamos siquiera un momento para contemplar “aquello que no pasa”.

Decimos “la belleza de contemplar, amar y seguir” porque hay como una graduación, in crescendo, una cosa nos lleva a la otra. Primero la contemplación. A medida que contemplamos va naciendo en nosotros el amor, vamos amando más aquello que vamos conociendo con más hondura en la contemplación. Y al amar más, crece el ansia de seguir aquello que amamos; seguir a Aquél que descubrimos en la contemplación que nos amó y dio la vida por nosotros.

Contemplar en el lenguaje bíblico equivale a ESCUCHAR. ¿Cómo contemplamos a Dios? Escuchándolo, descubriéndolo en su Palabra. La Palabra nos va trazando los rasgos del ser de Dios. En ella descubro quién es y cómo es Dios. Por eso la segunda parte del título de las charlas dice: “Aprendiendo a rezar con las palabras de la liturgia”.

Estas charlas quieren ser precisamente una tímida ayuda para enseñarnos a encontrar a Dios en la palabras que él nos dirige cada día en la liturgia.

Y lo hacemos en este tiempo de Cuaresma que iniciamos el miércoles de ceniza. Si la Palabra de Dios es siempre viva y eficaz, lo es especialmente en este tiempo de gracia. Por eso se nos exhorta a no recibir en vano la gracia que Dios nos trae en su palabra.

Adentrarnos en ese mundo de la palabra de Dios, de Dios mismo, será una AVENTURA. De ahí el 2º título “LA AVENTURA DE LA CUARESMA”. La aventura tiene siempre que ver con lo nuevo, lo inesperado, la sorpresa. Entra también en juego la memoria, porque es algo que nos marca, nos afecta interiormente, a tal punto que se convierte en algo inolvidable, algo que deja una huella importante en mi vida, tan profunda que es capaz de cambiar y convertir mi corazón, mi vida toda.

La aventura de la Cuaresma será un camino que recorreremos en estas tres primeras charlas en los textos de la liturgia. No vamos a poder ver todos los textos. No nos alcanzaría la vida…. Nos limitaremos a unos pocos, los que el Espíritu quiera soplarnos.

La primera palabra está tomada del salmo 94. Es la primera antífona con la cual empezamos la Cuaresma. La cantamos en el primer Oficio del miércoles de ceniza y se repetirá todos los días de cuaresma. Dice así: “Ojalá escuchéis hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazón”. La cuaresma es precisamente un tiempo propicio para escuchar la voz de Dios. En el salmo es Dios el que habla; Dios que cada mañana tiene algo que decirnos y espera que lo escuchemos. En el salmo 80 dice también: “Ojalá me escuchase mi pueblo y caminase Israel por mi camino”.

Lo primero, entonces, es la voz de Dios. Por eso durante este tiempo se lee especialmente el libro del Éxodo o del Deuteronomio, que narran la historia del pueblo elegido que no hizo otra cosa que aprender a escuchar en el desierto la voz de Dios. En Ex 19 leemos: “Si de veras escucháis ahora mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos. Si escucháis mi voz seréis míos, mi propiedad personal”. Es la fórmula de la alianza: Yo seré de ustedes y ustedes serán míos. Si me amáis, me escuchareis. Jesús lo dirá muchas veces en el evangelio con otras palabras: “el que me ama guardará mis palabras”; “En esto sé que me aman: en que guardan mi palabra”. La escucha es siempre la expresión del amor, de la alianza. Dios también nos escucha. Los salmos están llenos de expresiones como: Señor, ven; atiende a mis palabras; no seas sordo a mi voz; atiéndeme, respóndeme; a ti grito y me quedo aguardando. Nuestra oración también entra dentro de la alianza.

Unos versículos más adelante del texto de Ex 19 que citamos, vemos que Dios le dice a Moisés: “Mira, voy a presentarme a ti en una densa nube para que el pueblo me oiga hablar contigo y así te dé crédito para siempre” (19,9). Si te ven hablando conmigo, escuchando mi voz, te creerán. Creemos a aquel que vemos que escucha al Señor, que pasa horas con él tratando de escrutar su palabra. La autoridad del predicador, del sacerdote, del catequista, del consagrado, reside no tanto en lo que sabe, en la erudición o facilidad de palabras, sino en el tiempo que pasa ante el Señor escuchando su voz. Esa es la fuente de su credibilidad.

En la Biblia “escuchar” es la traducción de una palabra latina – obaudire – que significa escuchar obedeciendo, siguiendo, cumpliendo lo que la palabra dice. Cuando Dios dice “Ojalá escuchéis hoy mi voz” es como si dijera “ojalá hoy me obedecieras, me siguieras”.

El jueves de ceniza leíamos como primera lectura un texto de Deut 30 que dice: “Hoy pongo ante ti la vida y la felicidad, la muerte y la desdicha. Si escuchas los mandamientos del Señor, tu Dios, que hoy te prescribo, vivirás y el Señor tu Dios te bendecirá… Pero si tu corazón se desvía y no escuchas, te perderás irremediablemente y no vivirás… Elige la vida y vivirás, con tal que ames al Señor tu Dios, escuches su voz y le seas fiel. De ello depende tu vida”.

El que escucha no se desvía; el que no escucha se desvía. ¿Por qué se desvía? Porque escuchar significa seguir la voz. En el evangelio, todos los que siguen a Jesús lo siguen después de haberlo escuchado. Escuchar es sinónimo de seguimiento. El que sigue a Cristo es el que escucha su voz: “Mis ovejas escuchan mi voz y me siguen”. Cada vez que Jesús dice “escuchen” quiere decir “síganme”. Por eso al final del largo discurso del Pan de vida, Juan anota: “Muchos de sus discípulos al oírle, dijeron: ‘es duro este lenguaje ¿quién puede escucharlo (seguirlo). Desde ese momento muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él (dejaron de escucharlo)” (Jn 6,60.66). La pregunta que Jesús hace inmediatamente a sus discípulos más íntimos y la respuesta de Pedro van en el mismo sentido: “Ustedes también quieren marcharse? Señor, ¿dónde quién vamos a ir? Sólo tu tienes palabras de vida eterna”. Otra vez las dos cosas juntas: la palabra y el seguimiento.

Lo primero es la escucha. Por eso el título de la charla de hoy: NO SOLO DE PAN VIVE EL HOMBRE, SINO DE TODA PALABRA QUE SALE DE LA BOCA DE DIOS. Está tomado del evangelio del primer domingo de Cuaresma. Vivimos de la palabra que sale de la boca de Dios. Si vivimos de toda palabra que sale de la boca de Dios, debemos detenernos a escuchar cuál es esa palabra. Concretamente, en este primer domingo de cuaresma ¿qué palabras salen de la boca de Dios? Para ello vamos primero a la antífona de entrada de la misa de mañana. ¿Cuáles son las palabras con las que el Padre nos recibe al abrirnos las puertas de su Casa? ¿Qué es lo primero que nos dirá? No dirá: “Me invocará y le responderé. Estaré con él en el peligro y lo glorificaré. Le haré gozar de una larga vida”. Son palabras del salmo 90. Así nos recibirá el Padre cuando pisemos el umbral de su Casa llegando con todo lo nuestro, con todo lo de la semana, con nuestras penas, preocupaciones y proyectos, con todo lo que somos, con todo lo que tenemos y con todo lo que nos falta. Y él, de antemano, antes que comencemos a hablar nos dice que cuando lo invoquemos nos responderá y que estará con nosotros en el peligro.

Estos versículos del salmo 90 está puesto también porque el primer domingo de cuaresma se lee el evangelio de las Tentaciones de Jesús en el desierto. Estos versículos son los últimos del salmo; leamos los primeros versículos para captar mejor el sentido: “Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor: ‘Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en ti.’. Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta…” Sobre todo este último versículo: “te librará de la red del cazador, de la peste funesta”. “La red del cazador” es una imagen muy gráfica y elocuente para mostrarnos cómo actúa el diablo. Busca siempre atrapar su presa asaltándola en el momento de mayor debilidad. Pero ya los salmos cantan el triunfo de Dios: “Bendito el Señor que no nos entregó en presa de sus dientes; hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa del cazador; la trampa se rompió y escapamos” (sal 123). El cazador es el Demonio y las redes son las artimañas que usa para hacernos caer y atraparnos. Y también dice “te librará de la peste funesta”: En realidad el latín dice “de la palabra maligna”, que es ciertamente una peste funesta porque la palabra del Maligno nos lleva siempre a la muerte.

Ya desde el salmo de entrada aparecen los dos grandes protagonistas de la Cuaresma, que serán también del misterio pascual, y por ende de toda nuestra vida: Dios y el diablo. Se trata de un combate entre Dios y el diablo. No en vano en la secuencia de Pascua cantamos: “La muerte y la Vida se han batido en duelo”. Es un combate: el diablo que quiere arrebatarnos de las manos de Dios. Por eso en la última cena el Señor pedirá al Padre que nos guarde del Maligno. Y es lo que pedimos en el Padrenuestro de cada día: “líbranos del Mal, del Maligno”. El diablo quiere destruir nuestra filiación, nuestra condición de hijos de Dios. Lo intentó desde el primer día con Adán y Eva, y lo seguirá intentando hasta el último día de nuestra vida. Pero sabemos que Dios es más fuerte que el Maligno. La victoria ya es de Cristo porque en la cruz él dio muerte a la Muerte.

El salmo y el relato de las tentaciones nos muestran cómo vencer al maligno, cómo hacer para no caer en sus redes.

Vamos ahora al relato de las tentaciones para ver cómo el diablo utiliza sus redes para cazar a Jesús. Este año que estamos en el ciclo A nos toca leer la versión según san Mateo: Mateo 4,1-11.

El capítulo 3 de Mt termina con el bautismo de Jesús y la voz del Padre que dice “Este es mi hijo amado”. Jesús a partir del bautismo comienza su vida pública, su misión, aquello para lo cual ha venido. Y antes de salir, de comenzar, el Padre le recuerda que es el Hijo. Por eso el demonio lo primero que pretende derribar es su confianza de hijo, su filiación y con ello también al Padre. Siembra la sospecha en el corazón del Hijo, la sospecha de que el Padre no lo ama tanto como había dicho, pues no lo trata como a hijo. Por eso la primera palabra que dice el Tentador es “Si eres Hijo de Dios”. Volverá a decir lo mismo en la cruz, poniendo estas palabras en boca de los soldados: “Si eres hijo de Dios, sálvate a ti mismo y baja de la cruz” (Mt 27,40). Ya en el libro de la Sabiduría encontramos al mismo Enemigo y con el mismo discurso: “Tendamos trampa al justo, que nos fastidia porque se opone a nuestra manera de obrar. Se gloria de tener el conocimiento de Dios y se llama a sí mismo hijo de Dios. Es un reproche de nuestros criterios. Su sola presencia nos es insufrible; lleva una vida distinta de los demás. Y se ufana de tener por Padre a Dios. Veamos si sus palabras son verdaderas. Si es hijo de Dios, él lo asistirá y lo librará de la mano de sus enemigos. Sometámosle al ultraje y al tormento para conocer su temple y probar su entereza. Condenémosle a una muerte afrentosa, pues, según él Dios lo visitará”. Y al final, el Profeta agrega: “Así discurren ellos, pero se equivocan, los ciega su maldad. No conocen los secretos de Dios” (Sab 2,10-21).

Esta tentación lo acompañará a Jesús durante toda su vida. Y todavía hoy sigue acompañando a Cristo y a su Iglesia. Es la prueba de la existencia de Dios: si Dios existe debe demostrar que es Dios.

San Juan Crisóstomo comentando el relato de las tentaciones dice que:

“Después del bautismo Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto para entablar combate con el diablo a fin de que ninguno de los bautizados se turbe si después del bautismo sufre mayores tentaciones; sino que ha de permanecer firme, soportándolo todo como la consecuencia más natural. Esta es la razón por la cual dios no impide las tentaciones que nos sobrevienen: en primer lugar, para que aprendas que te has hecho mucho más fuerte, luego para que no te estimes más de lo que conviene y no te engrías por la grandeza de los dones que has recibido, ya que las tentaciones tienen el poder de humillarte; además de esto, para que aquel espíritu perverso, que hasta ahora dudaba si verdaderamente habías renunciado a él, se convenza que lo has abandonado totalmente; y también para que llegues a ser más fuerte y sólido que el hierro. El diablo, si no te hubiera visto constituido en tan alto honor, no te hubiera atacado”.

El Crisóstomo dice también que “el demonio suele atacarnos cuando nos ve solos y apartados. Así atacó al principio a la mujer, acercándose a ella cuando estaba sola y sin la compañía de su marido. Cuando nos ve con otros y unidos a ellos, no tiene la misma audacia ni ataca del mismo modo. Por esta razón conviene que nos reunamos con frecuencia, a fin de que no seamos fácilmente presa del diablo”

Y San Cromacio explica que:

“El demonio ya había oído de parte del ángel el anuncio a la Virgen de que habría de dar a luz al Hijo de Dios. Había visto también a los magos adorar al niño recién nacido. Había visto al Espíritu Santo descender como paloma después del bautismo. Había oído además la voz del Padre decir desde el cielo ‘Este es mi Hijo’. Había oído también al Bautista decir: ‘Este es el que quita el pecado del mundo’. Perturbado, pues, por tan gran número de testimonios, quedó consternado por estas palabras, y entre todo lo que había oído esto fue lo que más temió; porque habiendo llenado él el mundo de pecados, oyó que había venido el que quitaría el pecado del mundo”.

Jesús – nos dice el evangelista- tuvo hambre. Y en ese momento de debilidad entra el demonio para atacarlo. Aprovecha ese momento de fragilidad para tentarlo y pedirle que convierta las piedras en pan. El hambre expresa la humildad de Cristo. Sólo la humildad podía curar la soberbia de Adán.

San Agustín comentando esto dice:

“La medicina a la soberbia del hombre es la humildad de Cristo. El hombre no habría perecido si no se hubiera hinchado de soberbia. Por eso dice la Escritura: ‘el origen de todo pecado es la soberbia’. S el origen de todo pecado es la soberbia ¿cómo podría ser curada la hinchazón de la soberbia si Dios no hubiera consentido en hacerse humilde? Que el hombre se avergüence de ser soberbio, ya que Dios se ha hecho humilde. Sin embargo, cuando se le dice a un hombre que se humille, este lo menosprecia, y cuando los hombres son afrentados desean vengarse. Todo esto es obra de la soberbia. Cuando menosprecian humillarse desean vengarse, como si alguien pudiese sacar provecho del mal ajeno. Aquel que ha sido ofendido y ha sufrido una injuria desea vengarse, busca en el mal ajeno su medicamento y adquiere, en cambio, un gran tormento. Por eso en todas estas cosas el Señor Jesucristo se dignó humillarse, para mostrarnos el sendero”.

En las tentaciones, Cristo nos mostró su humildad. San Agustín comenta:

“Tuvo hambre el pan, se fatigó el camino, fue herida la salud, fue muerta la vida… El que tenia tan gran poder, tuvo hambre, tuvo sed, se fatigó, fue arrestado y flagelado, crucificado y muerto. Este es el sendero: camina por la humildad para llegar a la eternidad”.

El evangelio de las tentaciones nos muestra también cómo Jesús no dialoga con el Enemigo. Al Enemigo hay que darle siempre la espalda, decirle siempre que no. La cuaresma es el tiempo propicio para decirle No al diablo. Por eso en la noche de la Vigilia Pascual al renovar las promesas bautismales, volvemos a decir No al Enemigo.

El Papa Francisco, en su homilía del miércoles de ceniza de este año nos dijo:

“Cuaresma es el tiempo para decir «no». No, a la asfixia del espíritu por la contaminación que provoca la indiferencia, la negligencia de pensar que la vida del otro no me pertenece por lo que intento banalizar la vida especialmente la de aquellos que cargan en su carne el peso de tanta superficialidad. La cuaresma quiere decir «no» a la contaminación intoxicante de las palabras vacías y sin sentido, de la crítica burda y rápida, de los análisis simplistas que no logran abrazar la complejidad de los problemas humanos, especialmente los problemas de quienes más sufren. La cuaresma es el tiempo de decir «no»; no, a la asfixia de una oración que nos tranquilice la conciencia, de una limosna que nos deje satisfechos, de un ayuno que nos haga sentir que hemos cumplido. Cuaresma es tiempo de memoria, es el tiempo de pensar y preguntarnos: ¿Qué sería de nosotros si Dios nos hubiese cerrado las puertas? ¿Qué sería de nosotros sin su misericordia que no se ha cansado de perdonarnos y nos dio siempre una oportunidad para volver a empezar? Cuaresma es el tiempo de preguntarnos: ¿Dónde estaríamos sin la ayuda de tantos rostros silenciosos que de mil maneras nos tendieron la mano y con acciones muy concretas nos devolvieron la esperanza y nos ayudaron a volver a empezar?

Cuaresma es el tiempo para volver a respirar, es el tiempo para abrir el corazón al aliento del único capaz de transformar nuestro barro en humanidad. Cuaresma es el tiempo de la compasión para decir con el salmista: “Devuélvenos Señor la alegría de la salvación”.

 

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