Triduo2Angelico






7. Árbol de misericordia

Viernes Santo

Adoración de la cruz

Textos de la Liturgia

Pueblo mío: qué te he hecho o en qué te he agraviado? Respóndeme.

Dios fuerte, Dios inmortal, te piedad de nosotros.

Por haberte sacado de la tierra de Egipto, has preparado una cruz a tu Salvador?

Por haber castigado a Egipto con sus primogénitos, me has entregado para ser flagelado?

Yo te saqué de Egipto, hundí al faraón en el mar rojo y tú me entregaste a los príncipes de los sacerdotes.

Ante ti abrí el mar rojo y tú abriste mi costado con la lanza.

Te guié en la columna de nube y tú me llevaste al tribunal de Pilato.

Te alimenté con maná en el desierto y tú me heriste con bofetadas y azotes.

De la roca te di a beber el agua saludable y tú me diste a beber hiel y vinagre.

Yo por ti herí a los reyes cananeos y tú con una caña heriste mi cabeza.

Te di un cetro real y tú pusiste en mi cabeza una corona de espinas.

Yo te exalté con gran poder y tú me levantaste en el patíbulo de la cruz.

Improperios

 

Textos de los Padres de la Iglesia

Una nueva hostia es presentada sobre un nuevo altar y la Cruz de Cristo es el ara no del templo sino del mundo.

San León Magno

La forma de la cruz, teniendo cuatro brazos que arrancan de un mismo centro, da a conocer la virtud y la providencia de Aquel que de ella pende, extendidas por todas partes.

San Gregorio de Nisa

 

Textos del Magisterio

Detengámonos a contemplar la cruz. La cruz es manantial de vida inmortal; es escuela de justicia y de paz; es patrimonio universal de perdón y de misericordia; es prueba permanente de un amor oblativo e infinito que llevó a Dios a hacerse hombre, vulnerable como nosotros, hasta morir crucificado. Sus brazos clavados se abren para cada ser humano y nos invitan a acercarnos a él con la seguridad de que nos va a acoger y estrechar en un abrazo de infinita ternura: “Cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12, 32).

Benedicto XVI, 21 de marzo de 2008

Cuando tocamos la Cruz, más aún, cuando la llevamos, tocamos el misterio de Dios, el misterio de Jesucristo:el misterio de que Dios ha tanto amado al mundo, a nosotros, que entregó a su Hijo único por nosotros. Toquemos el misterio maravilloso del amor de Dios, la única verdad realmente redentora. Pero hagamos nuestra también la ley fundamental, la norma constitutiva de nuestra vida, es decir, el hecho de que sin el «sí» a la Cruz, sin caminar día tras día en comunión con Cristo, no se puede lograr la vida.

Benedicto XVI, 14 de abril de 2006.

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