V Domingo de Pascua. Ciclo B.

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Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y Yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Jn 15

 

 

 

 

Oración Colecta: Dios omnipotente y eterno, realiza plenamente en nosotros el misterio pascual para que, renacidos por el santo bautismo, con tu ayuda demos fruto abundante y alcancemos la alegría de la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

De los Hechos de los Apóstoles 9,26-31

En aquellos días: Cuando Saulo llegó a Jerusalén, trató de unirse a los discí­pulos, pero todos le tenían desconfianza porque no creían que también él fuera un verdadero discípulo. Entonces Bernabé, haciéndose cargo de él, lo llevó hasta donde se encontraban los Apóstoles, y les contó en qué forma Saulo había visto al Señor en el camino, cómo le había hablado, y con cuánta valentía había predicado en Damasco en el nombre de Jesús. Desde ese momento, empezó a convivir con los discípulos en Jerusalén y predicaba decididamente en el nombre del Señor. Hablaba también con los judíos de lengua griega y discutía con ellos, pero estos tramaban su muerte. Sus hermanos, al enterarse, lo condujeron a Cesarea y de allí lo enviaron a Tarso. La Iglesia, entre tanto, gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba consolidando, vivía en el temor del Señor y crecía en número, asistida por el Espíritu Santo.

 

Salmo responsorial:21,26b-28.30-32

El Señor es mi alabanza en la gran asamblea

Cumpliré mis votos delante de sus fieles. Los desvalidos comerán hasta saciarse, alabarán al Señor los que lo buscan: viva su corazón por siempre. R/

Lo recordarán y volverán al Señor hasta de los confines del orbe; en su presencia se postrarán las familias de los pueblos. Ante él se postrarán las cenizas de la tumba, ante él se inclinarán los que bajan al polvo. R/

Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá, hablarán del Señor a la generación futura, contarán su justicia al pueblo que ha de nacer: todo lo que hizo el Señor. R/

 

De la primera carta de san Juan 3,18-24

Hijitos míos, no amemos con la lengua y de palabra, sino con obras y de verdad. En esto conoceremos que somos de la verdad, y estaremos tranquilos delante de Dios aunque nuestra conciencia nos reproche algo, porque Dios es más grande que nuestra conciencia y conoce todas las cosas. Queridos míos, si nuestro corazón no nos hace ningún reproche, podemos acercarnos a Dios con plena confianza, y Él nos concederá todo cuanto le pidamos, porque cumplimos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Su mandamiento es éste: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos los unos a los otros como Él nos ordenó. El que cumple sus mandamientos permanece en Dios, y Dios permanece en él; y sabemos que Él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.

Evangelio según san Juan 15,1-8

Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Él corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que Yo les anuncié. Permanezcan en mí, como Yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y Yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde. Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán. La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.

Podemos comprender lo que significa vivir como sarmientos de la verdadera vid, que es Cristo, y dar fruto. El evangelio de hoy nos evoca la imagen de esa planta, que en Oriente crece lozana y es símbolo de fuerza y vida, y también una metáfora de la belleza y el dinamismo de la comunión de Jesús con sus discípulos y amigos, con nosotros.

En la parábola de la vid, Jesús no dice: “Vosotros sois la vid”, sino: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos”(Jn 15,5). Y esto significa: “Así como los sarmientos están unidos a la vid, de igual modo vosotros me pertenecéis. Pero, perteneciendo a mí, pertenecéis también unos a otros”. Y este pertenecerse uno a otro y a Él, no entraña un tipo cualquiera de relación teórica, imaginaria, simbólica, sino –casi me atrevería a decir– un pertenecer a Jesucristo en sentido biológico, plenamente vital. La Iglesia es esa comunidad de vida con Jesucristo y de uno para con el otro, que está fundada en el Bautismo y se profundiza cada vez más en la Eucaristía. “Yo soy la verdadera vid”; pero esto significa en realidad: “Yo soy vosotros y vosotros sois yo”; una identificación inaudita del Señor con nosotros, con su Iglesia…Y, al mismo tiempo, esto significa que no estamos solos cuando nos oprimen a causa de nuestra fe. Jesucristo está en nosotros y con nosotros. En la parábola, el Señor Jesús dice una vez más: “Yo soy la vid verdadera, y el Padre es el labrador” (Jn15,1), y explica que el viñador toma la podadera, corta los sarmientos secos y poda aquellos que dan fruto para que den más fruto. 

BENEDICTO XVI

 

Sois sarmientos vivos en la Iglesia

En la Biblia, entre las numerosas imágenes que expresan el misterio de la Iglesia, encentramos la imagen de la viña (cfr. Jer 2,21; Is 5,1-7). La Iglesia es la viña plantada por el Señor, una viña que goza de su especial amor.

En el Evangelio de Juan, Cristo nos explica el fundamento de la vida de esta viña cuando dice: «Yo soy la vid; vosotros los sarmientos» (Jn 15,5). Exactamente son éstas las palabras que he elegido como tema de la próxima Jornada Mundial de la Juventud. Por eso os digo: ¡Jóvenes, sois sarmientos vivos en la Iglesia, sois sarmientos cargados de frutos!

Ser sarmientos vivos en la Iglesia-viña significa, principalmente, estar en comunión vital con Cristo-vid. Los sarmientos no son autosuficientes, dependen totalmente de la vid. En ella se encuentra la fuente de su vida. Del mismo modo, en el Bautismo, cada uno de nosotros ha sido injertado en Cristo y ha recibido gratuitamente el don de la vida nueva. Para ser sarmientos vivos tenéis que vivir esta realidad de vuestro Bautismo, profundizando cada día más vuestra comunión con el Señor mediante la escucha y obediencia de su Palabra, participando en la Eucaristía y en el sacramento de la Reconciliación y en el diálogo personal con Él en la oración. Jesús dice: «El que permanece en mí como yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5).

Ser sarmientos vivos en la Iglesia-viña también significa asumir un compromiso en la comunidad eclesial y en la sociedad. Nos lo explica con mucha claridad el Concilio Vaticano II: «Así como en el conjunto de un cuerpo vivo no hay miembros que se comportan de forma meramente pasiva, sino que todos participan en la actividad vital del cuerpo, de igual manera en el Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia, “todo el cuerpo crece según la operación propia de cada uno de sus miembros” (Ef 4,16)» (Apostolicam actuositatem2). Todos, según nuestras vocaciones particulares, participamos de la misión de Cristo y de su Iglesia. La comunión eclesial es una comunión misionera.

La Iglesia necesita muchos trabajadores. En esta V Jornada Mundial el mismo Cristo se dirige a vosotros, jóvenes, y os invita: «Id también vosotros a mi viña» (Mt 20,4).

La Iglesia es una comunión orgánica, en la que cada uno tiene su propio puesto y su propia tarea. También lo tenéis vosotros, jóvenes. Y es un puesto muy importante. La Iglesia, que en el umbral del año dos mil se siente llamada por el Señor a hacer cada vez más intenso el esfuerzo evangelizador, necesita especialmente de vosotros, de vuestro dinamismo, de vuestra autenticidad, de vuestro apasionado deseo de crecer, de la frescura de vuestra fe. Poned al servicio de la Iglesia vuestros jóvenes talentos sin reservas, con la generosidad propia de vuestra edad. Ocupad vuestro puesto en la Iglesia, que no es sólo el de ser destinatarios de la solicitud pastoral, sino el de ser protagonistas activos de su misión (cfr. Christifideles laici, 46)¡La Iglesia es vuestra, es más, vosotros mismos sois la Iglesia!

Por su parte, la Iglesia tiene mucho que ofreceros, jóvenes. Hoy presenciamos un fenómeno muy significativo. Después de un período de rechazo y alejamiento de la Iglesia, ahora muchos jóvenes la están descubriendo como guía segura y fiel, como lugar indispensable para la comunión con Dios y con los hermanos, como ámbito de crecimiento espiritual y de compromiso. Es un signo muy elocuente. Muchos de vosotros ya no se contentan con pertenecer a la Iglesia de un modo meramente formal. Buscan algo más.

Un lugar privilegiado de descubrimiento de la Iglesia y del compromiso eclesial son las asociaciones, los movimientos y las distintas comunidades eclesiales juveniles. No en vano hablamos hoy de una «nueva época asociativa» en la Iglesia (cfr. Christifideles laici29). Ésta es una gran riqueza y un don precioso del Espíritu Santo que acogemos con gratitud.

«Id también vosotros a mi viña» (Mt 20,4)La Iglesia-viña también necesita trabajadores especiales, que la sirvan de forma específica, con radicalidad evangélica, consagrándole toda la vida. Se trata de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y también de las vocaciones de los laicos consagrados en el mundo. Estoy seguro de que muchos de vosotros, meditando el misterio de la Iglesia, sentirán en lo más profundo del alma la llamada de Cristo: «Ven tú también a mi viña…». Si oís esta voz dirigida personalmente a vosotros, no dudéis en responder «sí» al Señor. No tengáis miedo, porque servir a Cristo y a su Iglesia con radicalidad es una vocación maravillosa y un gran don. Cristo os ayudará.

San Juan Pablo II

 

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